lunes, 4 de noviembre de 2013

NOVIEMBRE



Comienza noviembre, el frío y se acaba del puente de los santos. Millones de desplazamientos en carretera, unos para ir al pueblo a rezar por los muertos, otros a evadirse unos días de la gran urbe. Todos los años cumplimos con  el rito social y colectivo de recordar a los muertos. Los que ya no están entre nosotros.
Los niños celebran Halloween sin darse cuenta realmente de lo que hacen, se disfrazan, comparten chuches. Los adolescentes ven películas de terror para pasar miedo, afortunadamente salvo excepciones todavía no son conscientes de lo que supone la pérdida de un ser querido. Los mayores compran crisantemos y arreglan las tumbas.
La jerarquía eclesiástica nos avisa de que nos estamos pasando con la celebración de Halloween. ¿preocupados?  Imagino que sí, cada vez tienen menos influencia en la sociedad, les guste o no.
Me gusta esta fiesta pagana de origen celta que ha dado la vuelta al mundo. Unos la critican por americana otros por pagana, pero ahí está. ¿De qué nos extrañamos? Nuestros niños consumen grandes dosis de cultura anglosajona a diario. La tele, les educa, conforma su personalidad. Aprendemos inglés porque sin esa lengua lo tenemos dificilísimo. Un idioma es también una cultura, no es algo aséptico y neutro.  
El cementerio tras estos días vuelve a ser un lugar vacío, desierto y desolado. En la ciudad se planifica un nuevo camposanto de gestión privada, acorde con los tiempos. El neoliberalismo  dominante no pierde ocasión de extender su ideología. El que tenga dinero se enterrará, el que no acabará en una fosa común. Basta darse un paseo por el cementerio para ver que hasta en la muerte hay diferencias. En los cementerios católicos los ricos tienten panteones familiares, mármoles y oropeles, los humildes una simple lapida.
Gerald Brennan, el famoso autor de “El laberinto español” dono su cuerpo a la universidad de Málaga porque se quedó escandalizado tras años de vivir en España de lo que costaba una sepultura. Su cadáver estuvo décadas en formol, ningún estudiante se atrevía a experimentar con tan ilustre cadáver. No hace mucho la ciudad de Málaga le regalo un entierro.
Personalmente prefiero los sencillos cementerios musulmanes, donde un simple mojón indica la presencia de lo que un día fue un amasijo de sueños y emociones.


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