El arte y los genios son capaces de trascender a su tiempo dotando a sus obras de un mensaje universal, atemporal. En estos días se conmemoran los hechos que tuvieron lugar el 2 y 3 de mayo de 1808. El pueblo de Madrid, entonces, se levantó sobre sus opresores, éstos no dudaron en ejecutar una violenta represión ante el levantamiento popular.
Goya, tal vez testigo de estos hechos, pintó seis años después la matanza creando una obra maestra. El pintor da el protagonismo al pueblo inocente, representando así la cara más cruel del poder que no duda en disparar frente al pueblo indefenso.
Si Goya viviese hoy ¿cómo pintaría lo que está sucediendo en España? Serían los mercados el pelotón de fusilamiento, sin cara, sin vacilar, disparando contra el hombre que arrodillado, indefenso, levanta las manos, ofreciéndose en sacrifico. No está sólo, esperan, otros, con las manos en la cara, desesperados, sabiendo el destino que les aguarda. En la esquina de la izquierda del lienzo, en el suelo, las víctimas de los opresores ensangrentadas.
El protagonista indiscutible de esta obra es el pueblo anónimo, la camisa de blanco inmaculado a la que se dirige la mirada del que contempla la obra, refleja la inocencia de los fusilados.
Sin duda hoy son los mercados y sus esbirros ese pelotón de fusilamiento que está masacrando a muchas familias españolas.
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