La transmisión de experiencias y
saberes es una de las características más importantes de las sociedades del
siglo XXI. Escuchar la ponencia de
Alberto Acosta en Arenas de San Pedro hablando sobre “La economía del buen
vivir” es una buena muestra de este fenómeno.
Este brillante altermundista fue
presidente de la asamblea constituyente de la actual constitución ecuatoriana.
Una norma que contempla por primera vez la naturaleza como sujeto de derecho y
refleja los derechos de las comunidades indígenas. Además está constitución
refleja por primera vez en el mundo al agua como un derecho humano fundamental.
Alberto Acosta comento las nuevas
experiencias políticas que están produciéndose en su país del que en los últimos años han partido propuestas
políticas nuevas basadas en las comunidades indígenas como “La economía del
buen vivir” que surge como modelo alternativo al imperante modelo neoliberal
que tiene como idea-fuerza el desarrollismo. La idea de desarrollo económico
tal y como se concibe actualmente ya no da más de sí. ¿Cuántos planetas necesitaríamos
si todos los habitantes del planeta quisieran vivir a la manera occidental? Un
modelo basado en el consumo que ha beneficiado a una minoría de la humanidad.
Porque del mundo indígena hay que
aprender su manera de relacionarse con el entorno y con la comunidad lejos de
posturas eurocéntricas.
Cada comunidad, cada territorio debe
dar respuesta a sus propios problemas siempre de manera democrática, dialogada.
Una de las victorias del neoliberalismo
ha sido robarnos la capacidad de dialogo fomentando el individualismo a
ultranza.
Una vida buena es una vida armónica
con el entorno cooperando y no compitiendo. Construyendo alternativas en común
en la que haya espacio para todos y cuidemos unos de los otros.
Porque un mundo nuevo está en marcha
y está claro que otro mundo es posible, pero debe ser necesariamente un mundo
mejor.
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